Cintillo Institucional

Ramsés Fuenmayor. El Estado venezolano y la posibilidad de la Ciencia.

(Seminario 29/02/08).

Hasta este punto del libro (4.2.3.2), Fuenmayor ha sentado los elementos básicos de su argumentación. En primer lugar, existe una situación de doble enajenación: la enajenación superficial del bien público material, caracterizada por la mala utilización de los recursos materiales para producir otros tipos de bienes (entre ellos, bienes culturales), y la enajenación profunda de la matriz fundamental, la condición elemental para la creación de cualquier otro bien. En el campo de la ciencia, esto tiene como consecuencia la imposibilidad de ejercer una práctica con virtud, es decir, la incapacidad de alcanzar el bien interno de la ciencia, en la medida en que la voluntad para alcanzar ese bien se encuentra distorsionada por la mediocridad cuando no por el vicio.

En este contexto, Fuenmayor plantea que, cuando la práctica científica es virtuosa, el Estado debe proveer las condiciones básicas para su mantenimiento y desarrollo; pero cuando no lo es, su tarea consiste en la transformación de los contextos educativos formales y no formales, además del entrenamiento de “jóvenes talentosos”. En las páginas siguientes esboza algunas políticas concretas para el desarrollo de la ciencia en el país a partir del control sobre los investigadores y los egresados de las universidades venezolanas.

Siguiendo el análisis de Fuenmayor, nos parece importante decir que la práctica de la virtud y la búsqueda del bien interno de la ciencia, no puede distanciarse mucho de la realización de su bien externo, es decir, la justificación social de la práctica científica. La ciencia, crítica por definición y tendiente a la consolidación de la matriz fundamental, debe construirse en un entorno en el cual las necesidades científicas y las necesidades sociales se encuentren bien niveladas; no donde las primeras se encuentren de espaldas a las segundas, sino donde la práctica virtuosa de la ciencia no sea otra cosa que la traducción, en sus propios términos, de la posibilidad de dar respuesta a urgentes necesidades sociales. Creemos que, en una sociedad en donde la matriz fundamental no se encuentra profundamente enajenada, el intercambio entre práctica científica y necesidades sociales se da con naturalidad: el bien interno de la ciencia coincide con su bien externo, y es reconocida socialmente en tanto que “se presenta como bueno y, por tanto, digno de cuidado” (pp. 9). No obstante, la segregación de nuestros intereses como pueblo, como consecuencia de la enajenación de la matriz fundamental (cultura, lenguaje), puede convertirse en la posibilidad de la “expropiación” de la ciencia, en la medida en que su práctica se abandone no solamente a la mediocridad o al vicio, pero además en la medida en que la ciencia encuentre su justificación en sí misma, incluso siendo virtuosa.

En consecuencia, un Estado que intente rescatar el papel de la ciencia, debe no solamente velar por aquellos aspectos que benefician el nacimiento de una virtud necesaria para una ciencia sana (a través, por ejemplo, de la evaluación de las investigaciones), sino que también debe promover el desarrollo de su imagen social. De hecho, no puede concebir una sin la otra. ¿Acaso los esfuerzos de la práctica científica deberán orientarse a la resolución de problemas que fueron planteados en otras realidades, y acaso serán evaluados por la contribución que realizan en esas realidades?. El conocimiento y el método científico, la creación y la aplicación de la tecnología, deberán enfocarse en brindar las herramientas que permitan vislumbrar las soluciones a los problemas que enfrentamos como colectivo, y que no podemos ver dado que nuestra matriz cultural se encuentra enajenada de tal manera que se nos mueven hacia la imitación en circunstancias materiales muy distintas a aquellas en las que se desarrollan los estándares científicos. La regeneración de la matriz fundamental significa también la regeneración de nuestros modos de convivencia, aquellos que nos hacen ver nuestros problemas, y nuestros bienes, como colectivo. En consecuencia, la ciencia debe contribuir también a sanar nuestros modos de convivencia, y la virtud, en tanto que cualidad que lleva a una práctica sana, debe encontrar una relación visible entre el bien interno que persigue y la realización de su bien externo.

Lectura de nuestra realidad a través de O. Varsavsky y R. Fuenmayor.

(Seminario del viernes 07/03/08).

Así como Varsavsky, nosotros también tenemos que partir de la idea de que la ciencia se encuentra ideologizada. Esto quiere decir que la manera cómo se piensa en la ciencia en los ambientes académicos, científicos, industriales y comerciales, se encuentra arraigada en modos de pensamiento que, en última instancia, pueden traducirse en sistemas de ideas que nos “representan” al mundo y nos inducen a determinado tipo de práctica. En la realidad de nuestra “periferia”, dichas prácticas se traducen en la adopción de determinados “estilos científicos” y “tecnológicos”, que se constituyen en programas de acción en el campo de la tecnología y de la ciencia o, en otras palabras, en los planes desarrollados por las comunidades políticas (dirigentes), científicas e industriales a nivel nacional. Esto, claro está, con veriantes según estemos hablando de una sociedad colonialista, desarrollista o socialista.

Este “seguidismo” científico y académico, oculta tras el telón de las políticas promulgadas las graves deficiencias que se encienrran en nuestras realidades sociales, y que obstaculizan el desarrollo de una tecnología al servicio de las necesidades de nuestros pueblos. “Seguidismo” es lo que llevó al país a convertirse en economía monoproductora al servicio de los grandes centros industriales (primero como colonia, y luego dentro del modelo desarrollista), y a no reparar en que la enajenación del bien material del petróleo fue acompañada de la enajenación de todos los demás bienes a través de la matriz fundamental. Ésta, condición de cualquier otro bien, fue enajenada a su vez en un nivel profundo dado que se instituyeron prácticas que tendían a separar – de sí mismos – elementos sustanciales como el lenguaje, la cultura y los modos de convivencia. La ciencia y la tecnología seguidista contribuyó a extender y prolongar los efectos nocivos de este reflejo de la dominación ideológica.

Entonces ¿dónde termina el problema? La enajenación del bien público y su prolongación en prácticas científicas ineficaces apunta al rescate de conceptos de referencia como “interés colectivo” y “compromiso social”. La reorientación de la búsqueda de la ciencia (lo que denomina Fuenmayor la cara interna y externa del bien), en función del interés social puede llevar a la recuperación de los referentes sociales que son necesarios para revertir el proceso anteriormente descrito. No quiere decir esto que la ciencia se encontrará entonces “desideologizada”, pero seremos capaces de entrar en un escenario donde las ideas que conforman la ideología le servirán de piso a una práctica científica que asimile concepciones como solidaridad y democracia. En ese caso, la ciencia y la tecnología responderán tanto al interés colectivo como al imperativo de hacer frente, en términos culturales, a los intentos de penetración de las grandes economías industriales.

Vale decir que si no se abordan las causas profundas del problema, será difícil hallar una solución duradera. Un Plan Tecnológico que se denomine a sí mismo “socialista”, pero que en la práctica no logre romper los esquemas tradicionales – consecuencia de una sociedad sin creatividad – podrá caer facilmente en el desarrollismo (o incluso en el colonialismo). En la medida en que no se utilicen las facultades humanas de modo integral y comprometida no será posible romper los lazos que nos mantienen atados a “estilos científicos” y “tecnológicos” alienantes.

El Proyecto de la Ilustración y la Matriz Narrativa venezolana.

(Seminario del 14/03/08).

Merece que partamos de la idea de que en nuestras sociedades regionales, la cuestión de la fragmentación de la narrativa matriz es aún más grave que en las sociedades llamadas “occidentales”, dado que en nuestro caso no se maduraron las perspectivas que dio a luz la narrativa de la Ilustración. Antes bien, se trató de un “traslado” de sus productos finales, entendidos como prescripciones para la acción o incluso otras perspectivas, como el positivismo. En este caso, y tomando en cuenta la pertinencia social de la cuestión ¿no sería preferible que habláramos de la “construcción” de nuestra matriz narrativa, antes que de su “recuperación”, puesto que las cosas a las que comúnmente nos referimos como componentes de esa matriz perdida son poco más que préstamos de otros contextos?

Fuenmayor parte de la idea del fracaso del proyecto de la Ilustración. Este proyecto, que colocaba a la razón como nueva luz de las acciones humanas, y que nace en el contexto de la lucha de la incipiente burguesía contra el absolutismo monárquico y la nobleza, “fracasa” porque social e históricamente se traduce en la adopción de la razón instrumental como elemento dominante de la sociedad que pretendía crear; lo cual a su vez deriva en la penetración del instrumentalismo en la manera como conceptualizamos la realidad y nos preparamos para abarcarla a través de la acción. Su fracaso, en cuanto narrativa, tiene como consecuencia también fragmentación del sentido que le damos al mundo como colectivo, lo que conduce no solamente a la incapacidad de relacionarnos eficazmente, sino también de no poder ver las fracturas que existen en nuestra percepción colectiva.

En sociedades como las nuestras, ubicadas en el “lejano occidente”, la tarea de construir una narrativa requiere un gran esfuerzo. Nos parece que dicha tarea debe tomar en cuenta que:

1.Tiene que estar basada en la recuperación de nuestra Historia, el “relato” particular de nuestro devenir, re-elaborado de modo ampliamente crítico. De igual modo se debe ser crítico con lo que tenemos por “conocimiento” y sus prácticas generadoras.

2.Es imperativo convocar a diversos actores sociales para que aporten sus propios imaginarios a la construcción de la narrativa. se debe evitar que la discusión quede encerrada en los reductos tradicionales (academias, medios de comunicación, instituciones) e incluir a los sectores tradicionalmente excluidos de la discusión pública.

3.Parte de lo que se debe construir consiste en referentes colectivos. La nueva narrativa, arraigada en el lenguaje, necesita “cosas nuevas” de qué hablar. Dichas cosas se encuentran a nuestro alrededor y podemos describirlos como referentes (cómunes) sobre la morfología de nuestra sociedad, la historia y el territorio. Otros elementos comunes podemos encontrarlos en la cultura.

4.Debemos introducir los valores (“virtudes”) que se incubarán en la nueva narrativa y que reforzarán el tipo de práctica que sustentará a nuestra sociedad.

5.Por último, creemos necesarios emprender una práctica creadora y no trastocada por la imitación, requisito anterior a la nacimiento de la “creatividad”.

Si es cierto que, además de la adopción pasiva de modos de pensar foráneos, en Venezuela la narrativa se encuentra fragmentada a raíz de las diferencias sociales que nacieron por la transformación de país agrario en país petrolero, entonces parte de la respuesta a la falta de sentido está en comenzar por describir aquello a lo que queremos darle sentido; es decir, nuestro entorno geográfico con sus pobladores, su historia y su cultura. Esto debe hacerse realizando un gran esfuerzo de convocatoria a través de planes de perfil popular (Misiones) y los medios de públicos de información; introduciendo una perspectiva crítica y generadora de una nueva práxis, que además deberá de ser original, y se encontrará orientada por las virtudes que pretendemos que se conviertan en la argamasa de nuestra sociedad.

Ramsés Fuenmayor. El Estado venezolano y la posibilidad de la Ciencia.

(Seminario 04/04/08).

Ramsés Fuenmayor propone el establecimiento de un modelo de educación basado en el cuento como medio para la adquisición de saberes y de valores, además de una forma de impulsar la reconstrucción de la matriz fundamental.

Es interesante la perspectiva de utilizar cuentos para el aprendizaje. La matriz narrativa es en sí misma una narración. Mirándola de cerca, la historia del “fracaso” del proyecto de la Ilustración se parece un poco a otras historias, como la expulsión del Paraiso en la tradición cristiana o la degeneración de la especie humana en Hesíodo. La Escuela de Frankfurt ahondó en el tema del fracaso y describió de qué manera la razón, que supuestamente debió liberar al hombre al derribar a la religión como mito primordial, terminó convirtiéndose en sí misma en un nuevo mito. Ricardo Piglia, un escritor argentino, completa la idea y señala en una novela – más o menos – que Descartes comenzó algo que terminó Hitler. Como fábula, el mito de la Ilustración nos recuerda en algo a la historia del Golem y el destino de su creador.

Ahora bien, ¿en qué consiste la narrativa de la modernidad? Victor Bravo, profesor de la ULA, escribe que la ironía y la paradoja son las figuras literarias dominantes de la época. No en vano el siglo XX es el tiempo de la narrativa fantástica. Si vivimos, como dice Weber, en el tiempo del “desencanto del mundo”, o del “desarraigo”, como dice Heidegger, entonces ¿de qué manera contaremos los cuentos que definirán nuestra nueva narrativa?

Por otra parte, insistimos en que para nuestra cultura el problema es mucho más complejo. ¿Cómo podemos abordar el “fracaso” del Proyecto de la Ilustración en nuestra realidad? El Laberinto de los Tres Minotauros, Jośe Manuel Briceño Guerrero da testimonio - precisamente de modo narrativo - de las contradicciones que nacen de la oposición de distintos discursos: el de la razón ilustrada, el mantuano y el discurso salvaje. Octavio Paz trata, en El Laberinto de la Soledad, de cómo el ser mexicano nace de la violación de las razas aborígenes por los pueblos europeos. Leopoldo Zea trata en sus escritos del devenir del pensamiento latinoamericano, profundamente influenciado por el pensamiento europeo (vale mencionar que Fuenmayor no toca ningún autor latinoamericano). ¿Cómo pueden considerarse estos aportes desde nuestra realidad y, particularmente, desde la obligación que tenemos de superarla?

Creemos que las narrativas que se vinculan con la re-construcción de nuestra matriz cultural son, en primer lugar, complejas en el sentido de que encierran los puntos de vista de distintos actores. Esto debe ser de este modo porque dicha narrativa encierra un reconocimiento de los demás y porque para elaborarla se requieren los aportes de las mayorías. Además, es una narrativa que, según nos permitimos proponer: (a) nos hace protagonistas; (b) nos impulsa a la acción; (c) nos conduce a resolver problemas; (d) nos obliga a reflexionar, criticar, concebir y decidir; (e) nos invita a convivir, compartir, cooperar; (f) nos alerta para defendernos; (g) nos hace concientes de nuestro compromiso generacional; (h) nos hace pensar la cultura y la sociedad; (i) nos convierte en buenos autores, lectores e intérpretes de un papel en armonía con el todo.

A esta lista se le pueden añadir, posiblemente, muchos otros ítems. No obstante, lo importante es que la narrativa matriz de nuestra cultura, si es que ha de cumplir las funciones que cumple el mito de la Ilustración - y de su fracaso, debe impulsarnos también hacia adelante en el sentido de convertirnos en constructores activos de nuestra propia historia.

El Diseño Curricular del Sistema Educativo Bolivariano en el marco de la creación de una Matriz Narrativa Venezolana.

De acuerdo con Fuenmayor, a la pérdida de vigencia de la matriz narrativa de la Ilustración le sigue el deterioro de la educación, particularmente en cuanto medio para insertar las nuevas generaciones en las prácticas sociales y el lenguaje de una cultura. En función de ello, propone utilizar el cultivo de la madeja narrativa (mitos, leyendas, cuentos, etc.) como forma para brindar sentido al aprendizaje escolar. Esta madeja narrativa tendría a su vez, como referente, una matriz narrativa que de cuenta de nuestro devenir como sociedad y como cultura.

Dejando de lado las diferencias más evidentes (el cultivo de narrativas y la derivación de contenidos en el caso de Fuenmayor), podemos preguntarnos cómo contribuye el Diseño Curricular del Sistema Educativo Bolivariano (DCSEB) a la regeneración de una matriz narrativa y cultural propia para proporcionarle sentido a nuestra realidad y convertirnos en protagonistas de nuestra historia.

Posiblemente sea acertado decir que el DCSEB se encuentra basado en el cuestionamiento de la modernidad, dado que incluye elementos que confrontan el instrumentalismo dominante en la educación. La base de los principios de crear, convivir, valorar y reflexionar se orientan a la formación de individuos críticos y concientes, que se relacionan activamente con su entorno social y que poseen sentimientos de arraigo para con su país. Estos elementos se oponen a la enseñanza basada simplemente en el adiestramiento para la producción, e intentan rescatar al hombre de una perspectiva que mercantiliza la vida social y cultural.

Vale notar que el DCSEB no necesariamente confronta los valores elementales de la Ilustración. Pensadores como Simón Rodríguez, Bolívar, Francisco de Miranda, Zamora y José Martí se alimentan de principios que, si bien no nacieron con la Ilustración, al menos tomaron cierta forma de ella. Sin embargo son, si cabe la expresión, “ilustrados radicales” en el sentido de que reclaman que los bienes de cultura universal puedan ser adquiridos por las mayorías, y en particular por los pueblos de América. Contra lo que se reacciona es la perspectiva mecánica e instrumental de la sociedad, que generó paradigmas y prácticas que tendieron, antes que a la igualdad y la justicia, a reforzar los medios de dominación de unos pueblos sobre otros. En este aspecto, el DCSEB se encuentra en el marco de crítica a la narrativa de la Ilustración, sin separarse completamente de ella.

Independientemente de que el DCSEB no proponga la utilización de cuentos para la enseñanza, creemos que se orienta a la reflexión y orientación de las narrativas que nos envuelven. Una narrativa para Venezuela debe, además de dar cuenta de nuestra historia, otorgarnos un papel de protagonistas y motivarnos a la acción transformadora a través del reconocimiento de nuestra complejidad cultural. También debe mostrar inculcar valores como la conciencia crítica, la solidaridad y el compromiso social y generacional. El DCSEB toca tangencialmente el problema de la falta de un sustrato cultural, pero le hace frente reintroduciendo perspectivas pedagógicas liberadoras en un contexto mundial en el que todavía son ampliamente dominantes las tendencias instrumentales y mercantilistas. En función de ello, contribuye con el cumplimiento de los puntos anteriores, si bien desde una plataforma metodológica diferente.

sroca/fuenmayor (última edición 2008-08-01 20:21:40 efectuada por sroca)