Cintillo Institucional

Lectura del Prefacio de Repensar la Técnica, de Andrew Feenberg.

(Seminario 25/04/08).

Feenberg plantea, en el prefacio de Repensar la Técnica, la necesidad de trascender de la perspectiva escencialista de la tecnología (Heiddeger) para elaborar una interpretación de la técnica que tome en cuenta la relación que entablan los individuos con ella. En sus palabras, el determinismo tecnológico basado en el dualismo de la técnica y el sentido hace que sea imposible pensar en soluciones efectivas para responder a la necesidad de adaptación entre la tecnología y el despliegue de la vida humana. Por lo tanto avanza, desde la perspectiva del constructivismo social, hacia la formulación de una concepción política de la técnica, que asimile ambas perspectivas. Desde la perspectiva de Feenberg, un dispositivo tecnológico concentra tanto el conjunto de mecanismos y formas de uso que lo hacen posible, como la interpretación – o la asimilación significativa – que los usuarios hacen de ella, en un nivel más intenso que el tienen los propios agentes de producción tecnológica (movidos realmente por la racionalidad técnica). Para ilustrar esto trae el ejemplo de la casa; que es tanto el conjunto de dispositivos que la conforman como el cúmulo de asociaciones que las personas hacen de ella. Este punto de vista se diferencia del escencialismo en cuanto que éste afirma que la técnica posee su propia lógica, que se extiente al mundo físico y despoja al mundo humano de significado propio. Lo que sucede en realidad, de acuerdo con Feenberg, es que las personas comunes tienen una relación mucho menos “racional” con ella (a diferencia de los grandes agentes tecnológicos). Los usuarios comunes se relacionan con la técnica en tanto que ella conforma “una dimensión de su mundo vivido” (p. 3); es decir, que existe como un elemento que modifica su entorno. Sin embargo, también “intentan apropiarse de las tecnologías que les conciernen y adaptarlas a las significaciones que ordenan su existencia” (p. 3). Es aquí donde las relaciones sociales privan sobre la existencia misma de la técnica, en la medida en que determinan las relaciones que tienen los colectivos con ella. Para Feenberg, los movimientos de reivindicación de derechos, los democratizadores, los ecologistas o los movimientos laborales, son una manifestación de la manera en que los individuos pueden emplazar a la tecnología para que se adapte a su propia concepción social y cultural del mundo.

Aún más interesante que la discusión sobre la extensión de validez de la postura de Feenberg, es examinar las posibilidades que abre para la acción transformadora. Efectivamente, las personas que reclaman un uso más “humano” de la técnica, no emplazan a los artefactos que existen ante ellos, sino al sistema de relaciones sociales que se oculta detrás y que toma forma dentro de un determinado esquema de poder. En palabras de Feenberg: “no es desviándonos de la técnica para interesarnos en el sentido como obtendremos cambios reales; será cuando comprendamos la naturaleza subordinada de la posición a la que estamos asignados en los sistemas técnicos y que comencemos a intervenir en el nivel de su concepción en favor de una vida que tenga un sentido y de un entorno que sea habitable” (p. 5).El reconocimiento del lugar que ocupamos dentro de una red de dispositivos tecnológicos debe llevarnos, desde el punto de vista de la praxis, a tomar conciencia del papel que cumplimos en un esquema de relaciones de poder, e incluso, de la cuota de responsabilidad que tenemos en un sistema de explotación de la naturaleza. Debe llevarnos también a confrontar los límites de nuestros sistemas de cultura. Una vez creado este escenario, será posible imaginar acciones que nos lleven, quizá, a la dominación de la racionalidad técnica misma bajo nuevos principios de convivencia. Creemos que, en definitiva, a esto se refiere Feenberg con la idea de democratizar la tecnología: abordar la concepción misma de la tecnología desde la plataforma del interés colectivo. Queda de nuestra parte encontrar el lugar de estas propuestas en el contexto histórico del uso de la tecnología y de los movimientos sociales en Venezuela.

Acerca de Repensar la Técnica, de Andrew Feenberg (Cap. I).

(23/05/08)

La preocupación de Feenberg en este capítulo, es la de esbozar algunos elementos de la discusión que se desarrolla en el libro, a través de ciertos enfoques epistemológicos en torno al problema de la tecnología. Estos enfoques, y otros que refiere Feenberg, pueden enmarcarse en una matriz que simplifica el problema a partir de dos criterios: según se considere a la tecnología como neutra o no-neutra, y según se considere como un fenómeno autónomo o controlado por la voluntad humana.

Técnica

Autónoma

Controlada

Neutra

Determinismo (marxismo tradicional)

Instrumentalismo (progresismo liberal)

Valores

Sustancialismo (medios y fines forman un sistema)

Teoría crítica (escogencia de sistemas de medios y fines)

Entre los enfoques que consideran a la tecnología como neutra (carente de valores) encontramos al marxismo tradicional y al progresismo liberal. Ésta última se basa en la razón técnica como medio para la definición de objetivos y de fines, y le da la categoría de ratio definitiva en la medida en que su orientación es la maximización de la eficacia y de la eficiencia. También considera a la tecnología como un medio para el desarrollo humano, al punto de identificar el progreso de la tecnología con el progreso de la vida social. El marxismo tradicional parte también de una perspectiva “etapista” de la historia, en el cual el devenir de la humanidad (a través de la lucha de clases) va de la mano con la transformación de los medios de producción. Como consecuencia, en el marxismo tradicional se hace patente la carencia de una crítica a la tecnología como medio de explotación de la naturaleza y, en menor medida, como medio de explotación del hombre.

Entre los enfoques que consideran que en la tecnología coexisten valores, Feenberg nombra al sustancialismo y a la teoría crítica. El primero, representado por Heiddeger, considera a la tecnología como un medio de revelarse de algo que permanecía oculto en la esencia de la realidad, y que no es otra cosa que la racionalidad instrumental, cuya aparición se convierte en punto de quiebre entre las sociedades modernas y premodernas. Este nuevo modo de razón comienza a penetrar en todas las obras humanas hasta que finalmente abarca a la sociedad misma, despojándola de su sentido originario y convirtiéndola también en insumo para el sostenimiento de la tecnología. La teoría crítica también defiende la existencia de valores en la tecnología pero, a diferencia del sustancialismo, considera que son los modos de sociedad los que determinan su sentido y su modo de realización. Por ejemplo, Marcuse y Foucault destacan la relación entre la tecnología y las relaciones de poder, e insertan la dominación a través de la tecnologia en un determinado modo de organización social.

Semejante a este enfoque es el del constructivismo, el cual afirma que el desarrollo de la tecnología responde a las circunstancias del entorno social en el que se desarrolla y, por tanto, enfoca su atención sobre los actores que determinan su forma concreta. Mientras que en el sustancialismo la tecnología se impone al mundo como un sistema de medios-fines autónomos, en este enfoque la definición de un sistema (político) de medios y fines antecede al uso de la tecnología y es lo que la modifica. II. Los enfoques que consideran la existencia de valores en la tecnología sirven, en mayor medida, para comenzar a pensar algunos aspectos de nuestro papel frente a la tecnología. En realidad, pareciera que donde el enfoque esencialista abre una pregunta, la teoría crítica comienza a esbozar una respuesta. Nosotros podríamos destacar que en nuestro mundo encuentran vigencia los fenómenos descritos por todos los enfoques que señala Feenberg. Hoy día es común encontrar al instrumentalismo progresista (basado en la racionalidad instrumental) en empresas, academias e instituciones nacionales e internacionales. “Bombardean” nuestro pensamiento con la exigencia de maximizar resultados, medidos cuantitativamente, y nos vuelve ciegos a la caracterización cualitativa de nuestro entorno. De acuerdo con Varsavsky, en Hacia una política científica nacional, el enfoque instrumental domina fuertemente en la actividad científica moderna.

Las consecuencias del instrumentalismo (progresismo liberal) en nuestra realidad cultural, pueden ser fácilmente asimilables con las que señalan Heiddeger y el sustancialismo: el despojo del sentido originario de la vida en colectivo y la imposición de sistemas de medios y fines ajenos a nuestra realidad. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con muchas “instituciones” nacionales, y que nos coloca en una situación idéntica a la que señala – valga nuevamente la referencia – Varsavsky para los estilos de sociedad neocoloniales y desarrollistas. No obstante, el sustancialismo no nos conduce fácilmente a la visualización de modos alternativos al de la dominación tecnológica, aunque nos invita a abordar reflexivamente (y no calculativamente) el problema de la tecnología.

Posiblemente en la consideración de que el sistema de relaciones sociales y políticas determina la forma en que se realiza el desarrollo tecnológico, podremos encontrar otras líneas de acción. El reconocimiento de que vivimos en un mundo invadido por la tecnología (desde, tomemos por caso, la disposición de las calles y las viviendas, hasta la masificación de los dispositivos de comunicación, por referir solamente a las tecnologías “duras”), puede llevarnos al cuestionamiento del modo en que nos relacionamos con ese mundo. Aún más, el reconocimiento de brechas de desigualdad en las oportunidades de acceso a la tecnología nos conduce a visualizar de qué manera las relaciones sociales determinan nuestro conocimiento de la misma. Éstos no serían sino los aspectos iniciales de una reflexión transformadora sobre el papel de la tecnología en nuestra sociedad. A partir de entonces podríamos participar en la definición de un “sistema de medios y fines” (o “estilos de sociedad”, en Varsavsky) que mejor sirva a nuestro porvenir.

La teoría de la instrumentalización.

(Seminario del 30/05/08).

En el capítulo 7, Feenberg señala su interés por incorporar la sociología a la reflexión sobre la tecnología, para que no la primera no sea considerada más que “mera influencia”. En sus palabras, para los sustancialistas la esencia de la tecnología se refiere no tanto a las características materiales de los dispositivos, sino a su influencia en la conformación de una realidad basada en la funcionalidad de los instrumentos. Por su parte, los constructivistas se preocupan por el conjunto de relaciones sociales en el que aparece el fenómeno de la tecnología en un momento y lugar determinado. Feenberg combina las contribuciones de ambas perspectivas a través de los conceptos de “instrumentalización primaria” (o constitución funcional de los dispositivos) y la “instrumentalización secundaria” (o la vinculación de su constitución funcional con contextos sociales concretos).

La instrumentalización primaria (funcionalización) se constituye a partir de cuatro momentos de reificación de la práctica técnica:

Descontextualización: se refiere separación artificial de un objeto de su contexto natural, con el propósito de integrarlo en un sistema técnico. Reduccionismo: los objetos descontextualizados, son “despojados” de sus cualidades “inútiles” desde el punto de vista técnico. De allí que aparezcan unas “cualidades primarias” (las que convierten al objeto en parte de un proceso de aplicación), y las “cualidades secundarias”, aquellas que le pertenecían antes de su manipulación (incluyendo las que le permitían desarrollarse). Autonomización: se refiere a la separación entre el “sujeto de la acción técnica” y los efectos de sus acciones. El sujeto y el dispositivo entablan una relación funcional que minimiza la posibilidad de “reacciones imprevistas” en el primero. Posicionamiento: la acción técnica se sirve de los objetos por medio de las leyes que los regulan, por lo cual cobra importancia la relación estratégica del sujeto frente a los objetos del medio.

La instrumentalización secundaria (actualización) es integrada así mismo por cuatro procesos:

Sistematización: que permite que los objetos técnicos cobren funcionalidad al integrarse en un entorno natural. Es la manera como se integran, además, los sistemas tecnológicos complejos. Mediación: es el proceso que le confiere nuevas cualidades secundarias a los objetos técnicos, con el propósito de integrarlos en el contexto social. Pueden ser morales, estéticas, etc. Vocación: se trata de la caracterización que le confieren los dispositivos a los sujetos técnicos, y que vinculan a éstos con otros sujetos que tienen la misma ocuapación que ellos. Es la manera como una “ocupación” se convierte en un “oficio”. Iniciativa: es la manera en la que se “posicionan” los sujetos inmersos en el medio de control técnico. Constituye un “margen de maniobra” que permite la cooperación y la apropiación de los dispositivos por los usuarios.

Estas variaciones se pueden encerrar en una matriz que representa los dos niveles de la teoría de la instrumentalización:

Funcionalización

Actualización

Objetivación

Descontextualización - Reduccionismo

Sistematización - Mediación

Subjetivación

Autonomización - Posicionamiento

Vocación - Iniciativa

II.

De acuerdo con Feenberg, los objetos pierden su sentido originario (se descontextualizan) cuando pasan a formar parte de un sistema tecnológico, pero al mismo tiempo adquieren un nuevo significado cuando son utilizados en un medio social. La ventaja de este enfoque es que abre la posibilidad de una acción frente a la manera como conocemos la tecnología. El determinismo tecnológico nos conduce a considerar a la tecnología como un fenómeno irreversible, destinado a despojar al mundo humano de sentido. Feenberg habla de la reificación del concepto de la tecnología, y señala la necesidad de que se tome en cuenta a los actores sociales presentes allí donde se ésta se realiza.

El proceso de actualización (instrumentación secundaria) es el espacio en el cual se engrana la voluntad humana en el contexto de la tecnología. Tomando en cuenta la actualización de la tecnología en contextos culturales, políticos y sociales específicos, es que podemos hablar de “apropiación tecnológica” o de un desarrollo tecnológico que aprovecha el potencial local. En la perspectiva de Feenberg, pareciera que los dispositivos tecnológicos (dados de antemano) primero se descontextualizan y luego se re-contextualizan. Desde nuestra perspectiva, se trata de que los valores sociales participen incluso en el diseño de los dispositivos y en las estructuras que los hacen posibles. Desde este punto de vista. las personas no se relacionan con la tecnología en tanto que “pintan una carretilla” o habitan en sistema de dispositivos que llaman “hogar”, sino también porque son capaces de pensar y de actuar, para crear, un entorno tecnológico conforme a su sustrato cultural y apropiado para su estructura social.

La conciencia de la doble instrumentalización de la tecnología abre también otras posibilidades. Digamos, por ejemplo, que una red de distribución de alimentos es un sistema tecnológico y que, de acuerdo con el principio de posicionamiento, los actores dominantes en él se sirven de la ley de la oferta y la demanda para obtener beneficios privados, restringiendo la disponibilidad de los bienes para aumentar los precios. En contraparte, los usuarios tienen la posibilidad, de acuerdo con el principio de iniciativa, de organizarse para presionar a los proveedores. Incluso, pueden buscar modos alternativos de autoabastecerse. Lo lamentable es que esto casi nunca sucede, porque normalmente los usuarios también viven la concepción reificada de la tecnología (que no es un segmento aparte de la realidad, sino un elemento que compone la reificación de las relaciones sociales).

Por supuesto, el hecho de que la actualización de la tecnología abra la puerta para la apropiación voluntaria de ésta, no quiere decir que esta apropiación se encuentre además “bien dirigida”. El ideal de liberación de muchas personas que han sido “pobres y explotadas” puede ser el de “ser rico y explotar”. Los usuarios comunes, convertidos en potenciales agentes de creación de la tecnología, podrían optar por reproducir la dominación tecnológica y no por combatirla. De allí la necesidad de que la acción “voluntaria” sea también reflexiva y crítica. Allí también la importancia de la política como medio para orientar una acción colectiva liberadora.

Feenberg deja abierta otra posibilidad de penetrar en el diseño de los sistemas tecnológicos, al combinar lo que denomina la práctica metatécnica reflexiva (la capacidad de la tecnología de utilizarse a sí misma como insumo para su optimización) y las condiciones sociohistóricas y culturales. La combinación de estos dos aspectos podría conformar el contexto del “perfeccionamiento” de la tecnología, en un sentido no instrumental, sino de una manera que integre los proyectos políticos y la cultura en el diseño de los sistemas tecnológicos. Desde esta perspectiva, sería posible la creación de una ciencia y de una tecnología nacional, a través de la selección y el desarrollo de los proyectos tecnológicos que mejor se adapten al impulso de un estilo de sociedad nacional y popular.

Los límites de la diferenciación.

(Seminario del 06/06/08).

En este apartado, Feenberg continúa tratando acerca de los procesos que permiten que lo social se incorpore en la estructura de la tecnología. En sus palabras, existe una actitud reificadora de la tecnología que la considera esencialmente definida por su función, pero que pasa por alto que los dispositivos adquieren sentido, realmente, dentro de un entorno social, donde se pueblan de significaciones gracias a los valores de las personas que los utilizan.

Esto no significa negar la dimensión material de la tecnología, sino destacar su vinculación con lo humano. Feenberg utiliza una analogía con la economía para ejemplificar este punto. La ciencia económica contemporánea, altamente “racionalizada”, se reconoce también como idealizada en tanto que no suele tomar en cuenta la realidad de su objeto. Para ello, tendría que servirse de información que solamente aparece, por ejemplo, en los mercados concretos, y no en las representaciones abstractas del mercado. Al renunciar a los aspectos sociales, lo único que le queda a la economía es una versión de su objeto de estudio filtrada por la instrumentalización primaria.

Feenberg desea colocarse en el otro extremo de este modo de reflexión. Recurre al concepto de “concretización” para referirse a la manera en que el diseño tecnológico se adapta a los recursos existentes y a las exigencias de los usuarios, lo cual implica al mismo tiempo un cierto “progreso” en su desarrollo. Por ejemplo, una casa que utiliza energía solar reúne dos “funcionalidades” dispersas (protección del medio y aplicación de energía). Adicionalmente, existen distintas interpretaciones de la tecnología a partir de contextos sociales diferentes. Es a lo que se refiere con “pluralismo tecnológico”. Tanto la concretización como el pluralismo tecnológico dan cuenta de la manera como se inserta la voluntad humana en la estructura de la tecnología.

Feenberg habla de “estrategias de concretización” para promover una tecnología adaptada al ambiente y a las necesidades humanas, la cual reconocería a la eficacia como parte del fenómeno de la tecnología, pero se valdría así mismo de los valores culturales para orientar su desarrollo. Sería, quizá, un modo de tecnología en el que la reificación tecnológica ceda el paso a la apropiación política y social de los mecanismos de diseño y fabricación de dispositivos, toda vez que éstos encuentran su razón de ser en el medio social y no en su funcionalidad básica. Lo que Feenberg denomina concretización es el camino de vuelta de la instrumentalización secundaria a la instrumentalización primaria.

La identificación de la tecnología moderna con el modelo capitalista, imperante en occidente, resulta para Feenberg un caso de etnocentrismo. Simplemente, se ignora que también existieron prácticas técnicas, tal como las entendemos hoy, en culturas de otras épocas, y con ello se pierden de vista numerosas oportunidades de desarrollo. En suma, no es la tecnología en sí la que puede ser acusada de instrumentalista, sino más bien la tecnología capitalista, considerada como único modo posible de tecnología por sus críticos sustancialistas. Para Feenberg, en una sociedad donde la instrumentalización secundaria ocupe el lugar principal, será posible que los valores sociales definan la concepción de la tecnología y escapar del afán de control, que es propio del capitalismo y no necesariamente de la tecnología por sí misma.

Racionalización democrática: tecnología, poder y libertad.

(Seminario del 13/06/08)

En este artículo, Feenberg cuestiona la perspectiva determinista sobre la tecnología. En sus palabras, las formas modernas de hegemonía dependen de la mediación técnica, por lo cual la funcionalidad deja de ser un argumento válido para examinar el ser y el desarrollo de la tecnología. Ésta es un fenómeno intrínsecamente social y, si se desea comprender – y transformar – la manera en que concebimos la tecnología, debemos aproximarnos a la realidad social en la que se manifiesta. En otras palabras, como en el ejemplo de la organización del trabajo, para cambiar los modos de mediación entre el hombre y los dispositivos tecnológicos, debemos conocer e interpretar, en primer lugar, las relaciones que entablan los hombres entre sí dentro de un entorno social.

Como parte de su plataforma crítica, Feenberg afirma que la jerarquía social no es una necesidad técnica – al contrario de lo que sugiere Weber – sino un aspecto marginal del progreso tecnológico. A partir de allí es comprensible el cuestionamiento de determinismo tecnológico, según el cual las tecnologías se transforman de modo autónomo y sin influencia de la sociedad, de forma unilineal, e imponiendo su funcionalidad a la estructura social. En contraposición, Feenberg toma una postura indeterminista, según la cual el progreso tecnológico se ramifica en un número de posibilidades, que son impulsadas por factores tanto técnicos como sociales. Para ello, a propósito del contructivismo, introduce la idea de que las tecnologías se encuentran bajo permanente escrutinio social, aunque las alternativas de avance se encuentran de algún modo limitadas científica y técnicamente (como en el caso de la bicicleta deportiva).

Para reforzar este enfoque, Feenberg afirma que el “significado social” que se le otorga a un dispositivo puede hacer que éste evolucione en direcciones diversas. Por ejemplo, una tecnología originalmente concebida para facilitar la comunicación en ciertos ámbitos puede ser utilizada en otros distintos (como el minitel). En este caso es útil distinguir entre “meta” - la razón funcional de un dispositivo tecnológico – y el “significado” que éste recibe en un contexto definido.

Tomando en cuenta estos dos factores, Feenberg se pregunta si la tecnología determina ciertas dinámicas sociales o, si más bien, toma parte en dinámicas preestablecidas. Finalmente, Feenberg afirma, como lo hace en “Repensar la Tecnología”, que el devenir tecnológico en Occidente se encuentra arraigado en las perspectivas culturales dominantes. En otras palabras, lo que se considera como un “progreso tecnológico” en ciertos contextos, no es sino una emanación de las prioridades establecidas por un determinado sistema cultural. De este modo, la tecnología, comprendida como un medio para la dominación de la naturaleza y el control de los factores de producción, existe modernamente en el capitalismo. La racionalidad tecnológica, de acuerdo con Feenberg, no es más que un tipo de ideología.

Tecnología para comunidades y racionalidad democrática (I).

(Seminario 27/06/08).

Feenberg vuelve en este artículo sobre la cuestión de si es la tecnología la que determina los procesos sociales o si, por el contrario, simplemente toma parte en procesos cuyos principios ya existen, aunque modificándolos. Para ello toma como ejemplo el caso de la “comunidad virtual”, o aquella que se forma a través de la interacción a través de redes informáticas. Su argumentación señala que, antes de discutir sobre el papel de la tecnología en la conformación de estas comunidades, se debe tratar sobre la manera en que las redes pueden favorecer las actividades y los valores propios de la vida en comunidad.

No obstante, Feenberg inicia con un breve recorrido por las apreciaciones en torno al fenómeno de las “redes” y las “comunidades virtuales”, destacando los supuestos deterministas que existen bajo los mismos. Entre los optimistas, los espacios virtuales (chat, foros de noticias, etc.) servirían para reconfigurar beneficiosamente el espacio público, atrayendo mayor diversidad y tolerancia al mismo. Los críticos señalaban que la red se prestaba para la ausencia de una moral estable, la pérdida del contacto con la realidad, la falta de estructura de las relaciones sociales y la posibilidad de agredir al otro. Para los observadores postmodernistas, la red tiene la ventaja de que sirve para establecer la forma de un modo de sociedad deseable, despojada de rigideces normativas y en donde no existen actitudes predeterminadas.

Según Feenberg, estas posiciones contienen, en mayor o menor medida, supuestos deterministas, en la medida en que consideran que la estructura de la red posee un peso significativo sobre las manera en que se manifiesta la comunicación. Es por ello que las características de la interconexión (mediación en grupos pequeños, lo imperceptible de los contextos sociales, el relativismo en cuanto a valores, la permisibilidad en el trato) son juzgadas de modo distinto por cada parte. En consecuencia, no es posible establecer los parámetros que brindan trascendencia a la idea de comunidad.

Desde la perspectiva de los científicos sociales, en cambio, el espacio de la red es una construcción social, y no se encuentra necesariamente bajo la “dictadura” de las características de la tecnología que utiliza. Como prueba de ello, Feenberg señala que los usuarios de las redes son capaces de apropiarse de los aspectos técnicos de las mismas para producir modos de interacción que no se habían previsto en su diseño, tales como la creación de imágenes personales, nuevos modos de expresión y diferentes códigos de uso (tales como las “normas de la comunidad”). En suma, los usuarios son capaces de utilizar la tecnología como miembros de colectivos específicos, y adaptarla a sus propias necesidades de uso. Por ello, sugiere Feenberg, que la red se encuentra entre aquellas tecnologías que adquieren carácter político gracias a aspectos marginales a su propio diseño.

Racionalización democrática: el ejemplo de la Jornada Laboral

(Seminario 22/09/08).

Feenberg utiliza el ejemplo de la duración de la jornada laboral y el trabajo infantil para demostrar que, a pesar de la aparente “oposición” entre los requerimientos tecnológicos y la “ideología” social (en este caso la “ideología familiar”), ambos elementos sirven como medios de alimentación al desarrollo – indeterminista – de la tecnología.

A continuación recordemos el ejemplo. Los voceros de la campaña contra el trabajo infantil aducían que el mismo era perjudicial para el desarrollo físico y moral de las futuras generaciones, puesto que causaba desagaste en el cuerpo de los niños y los privaba de recibir la educación del hogar. Además, el empleo de las mujeres alteraba el orden social, ya que éstas comenzaban a adoptar las prácticas y las costumbres de los hombres. En el otro extremo, los defensores del trabajo infantil alegaban que éste era necesario para maximizar la utilidad de las máquinas, y que su eliminación traería perjuicios para la industria y, por tanto, para la economía en su totalidad.

Sin embargo, luego de la aprobación de la reglamentación sobre el trabajo infantil, los jóvenes se convirtieron en aprendices o en consumidores, por lo cual se puede decir que fueron efectivamente asimilados por el diseño tecnológico. Feenberg concluye entonces que el “sistema tecnológico” es flexible, en tanto que se adapta a las demandas sociales; y que, por tanto, se trata de una variable social dependiente. Esto sirve como pretexto para la enunciación de dos principios indeterministas: (a) el desarrollo tecnológico no es lineal, sino que sigue varias vías y obtiene diversos resultados; y (b) el desarrollo tecnológico es definido por factores tecnológicos y sociales.

Podemos afirmar que lo que Feenberg llama “indeterminismo tecnológico” es consustancial con la misión de Cenditel, aunque no se conozca expresamente con esta definición. La certeza de que el conocimiento y la ciencia no son neutras, sino que contienen los valores - e incluso la “intención” - de las sociedades en las que se originaron, nos lleva a pensar que puede hablarse de una tecnología que posea una “razón de ser”, social y culturalmente hablando, que sea compatible con los valores y las necesidades de desarrollo integral de la sociedad venezolana. Dentro de esta perspectiva, el desarrollo tecnológico requiere de la participación activa de diversos actores de la sociedad, quienes, en un proceso de aprendizaje, de crítica permanente y de creación, combinen esfuerzos para el establecimiento de un sistema de planificación, diseño, producción y ejecución de funcionalidades y prácticas directamente relacionadas con las tecnología físicas y sociales y, por tanto, con el conocimiento.

Se presentan, no obstante, inconvenientes en cuanto a la forma práctica de la aplicación de estas ideas. ¿Cómo combinar los valores y las necesidades de la sociedad con la desarmonía de las prácticas de la academia, de la política y de la industria? ¿Cúal debe ser la estrategia operacional para unir a estos actores en un esfuerzo de creación que, en última instancia, llama a nuestra regeneración cultural? ¿Cuáles serán los principios de la práctica concreta?. Si la cuestión es lograr que las necesidades sociales y los valores se trasladan al diseño concreto de los sistemas tecnológicos, la tarea inicial sería poder “construir” políticamente el reconocimiento de que esta necesidad es real, utilizando medios que sirvan para desarmar el discurso de la dominación, y aceptando el diálogo con los actores relevantes en cada una de las esferas nombradas. La dirección a seguir, con la misma claridad inicial, debe ser la de instituir una ciencia y tecnología enraizada en la base nacional y popular de nuestro país.

sroca/feenberg (última edición 2008-11-17 10:18:27 efectuada por sroca)