Cintillo Institucional

Sensibilización para el conocimiento liberador: El conocimiento como problema

(Este escrito está fundado en la ponencia presentada en Cenditel en el marco de las I Jornadas Comunitarias para la Sensibilización en Conocimiento Libre. Cenditel, Octubre 2008.)

Alejandro Ochoa Arias

Alejandro Ochoa Arias Alejandro Ochoa Arias Alejandro Ochoa Arias

Presentación: El conocimiento como Problema
Vídeo de la Ponencia de Alejandro Ochoa Arias

La pregunta sobre la sensibilización comunitaria para el conocimiento libre contiene desde los propios componentes que intervienen en la construcción de la interrogante, una larga lista de preguntas que se cruzan y pugnan por ser atendidas. Bastaría con concentrarse en la definición y el espacio de acción del conocimiento libre, para que lo que acá se intenta pudiera convertirse en una exegesis crítica sobre el sentido de la libertad cuando se habla del conocimiento libre.

Pues bien, en las ideas que se plasman a continuación hay dos presupuestos que es importante establecerlos para mostrar la trayectoria que se busca explorar. En un primer lugar, se entiende que el tema de la sensibilización exige y demanda indagar, desde la propia acepción del término, cómo es que se despliega la capacidad de percibir o ser sensible a algo, para luego concentrarnos en términos del conocimiento. El segundo aspecto, es tratar de utilizar la noción de conocimiento liberador, en lugar de conocimiento libre. La razón más urgente estriba en la necesidad de superar, o al menos intentar hacer evidente, que el conocimiento no será en sí mismo libre, sino es porque aporta espacios de libertad o emancipación para aquellos que se acercan al conocimiento. Con estos dos elementos como guías de la trayectoria que se intenta, procedamos entonces a la construcción de este camino.

Sensibilización

¿Qué significa sensibilizar?, una inmediata respuesta es “hacer sensible". Ahora bien, la capacidad sensorial propia es aquello que nos permite sentir o percatarnos de una determinada situación. Esto implica que en buena medida, seremos sensibles en los límites que nos impone nuestro aparato perceptivo para poder hacer frente o adaptarnos a un mundo cambiante.

Lo anterior nos sugiere que el proceso de sensibilizarnos inevitablemente nos conduce a una revisión crítica del aparato con el cual lidiamos con el mundo. Esta revisión es compleja. Por una parte, parte del supuesto que no tenemos un sistema de percepción suficiente para la captación de una determinada situación que sospechamos ocurre en el mundo en el cual estamos. Por ejemplo, la búsqueda de captar ondas auditivas inaudibles para los humanos u observar elementos inaccesibles a nuestro sentido de la vista. El complemento de lo anterior, es la necesidad de desarrollar formas elaboradas de percepción que suponen conocer qué es aquello que se anhela percibir. La construcción del dispositivo de sensibilidad debe contar con los criterios necesarios para determinar que la sensación corresponde de algún modo a una extensión artificial y que, en consecuencia, lo que experimentamos no nos ocurre en la cotidianidad. Con estos elementos, entonces es necesario volver a la pregunta por la sensibilización ante el conocimiento.

En el caso particular de desarrollar la sensibilidad del conocimiento, hay al menos tres preguntas que hay que responderse:

  1. ¿Quién debe ser sensible? Cuando hablamos de sensibilización con respecto al conocimiento liberador, ¿Quiénes deben ser los sensibles?
  2. ¿A qué se debe ser sensible? ¿Cómo saber que no estamos experimentando algo que es distinto o incluso contrario, a ese conocimiento liberador?
  3. ¿Cómo deben ser sensibles? ¿Cuál es el espacio de maniobra o de acción en el cual la sensibilidad permite actuar a quien experimenta, en este caso, al conocimiento?

Y en función de esas tres preguntas es que se hace necesario explorar algunas experiencias sobre lo que constituye las facilidades y dificultades cuando se lidia con procesos cognoscitivos no formales. Es decir, con experiencias de aprendizaje social sobre el conocimiento mismo. Es decir, excluimos como foco de atención en nuestra exploración a las experiencias formales de aprendizaje. La razón fundamental es la orientación sobre la cual está puesta esta exploración: la comunidad. Como resultado de una apropiación social del conocimiento por la comunidad debiera derivarse una evaluación crítica de los procesos formales de aprendizaje. No obstante, eso escapa a nuestra pretensión en este escrito.

¿Quién debe ser sensible?

En una primera aproximación la respuesta inmediata es la comunidad. No obstante, resulta que no deben ser solamente las comunidades, los colectivos o los grupos de interés, que aparentemente es la orientación de un esfuerzo por la sensibilización comunitaria al conocimiento. La pregunta deviene ahora en: ¿Es suficiente la sensibilización de las comunidades con respecto al conocimiento libre?

¿No será que nosotros tenemos serios problemas también para ver cómo las organizaciones científicas y tecnológicas, entre las cuales: Fundacite, Cenditel, los laboratorios de INIA, el IVIC... son sensibles al tema del conocimiento o no? ¿Ellos responden? ¿Son sensibles a qué?

Porque si nosotros aceptamos la premisa de que el conocimiento es problema, entonces esa sensibilidad tiene que estar presente, incluso con mayor ahínco o al menos con mayor sistematización en el ámbito de relaciones científicas y tecnológicas que se definen desde las instituciones que se dedican a la generación e innovación del conocimiento.

Finalmente, un tercer actor que requiere de esa sensibilidad con respecto al conocimiento, es el de las instituciones públicas en general. En el caso particular de la sociedad venezolana, se adolece de instituciones públicas que reconozcan en el conocimiento un elemento para la construcción de ellas mismas y de su vinculación con el resto de la sociedad. Particular ausencia de esta sensibilidad al conocimiento se revela en los espacios de ejercicio del poder político. Una consecuencia de ello, es la aseveración popular “El cargo capacita y no hay que estar capacitado para el cargo", es el modo como nos excusamos de tener una administración pública en la sociedad venezolana que se caracteriza por un bajo nivel de desempeño en términos profesionales.

Esta sensibilidad ante el conocimiento supone que a veces consideramos el conocimiento como accesorio porque siempre habrá la posibilidad de conseguir a quien tenga el conocimiento y dependamos de su experticia para un correcto desempeño en los cargos. Tal separación supone que el conocimiento es sencillamente una herramienta, lo cual sugiere que el conocimiento en esencia, es neutral.

Ahora bien, en realidad no se trata de hacer del conocimiento sistemático y reconocido, el eje en torno al cual giren la conducción política de la sociedad. Lo que se plantea como aproximación inicial para pensar el papel del conocimiento en las comunidades es la conformación y enriquecimiento de “comunidad de aprendices". La comunidad de aprendices es un entorno social donde todos los miembros se encuentran aprendiendo, donde no hay una jerarquía constituida por la minusvalía de quienes aprenden y la omnipotencia de quien enseña. Y esa comunidad de aprendices, en lo particular, tiene como referencia más profunda la actividad desplegada con un grupo de jóvenes en el “El Valle" (Mérida) y que devino después en “Mocanarey". Experiencia de comunidad de aprendices que nos ha tomado unos ocho o nueve años, esa es la comunidad de aprendices de la que se derivan en primera instancia, estas reflexiones.

Posteriormente, una forma institucional un poco más estructurada y que responde a la dinámica organizacional conseguida en Corpoandes y que se materializa en la Red de Aprendizaje ha tenido básicamente dos instancias. La primera se refiere a la experiencia en Fundacite Mérida con la red de aprendizajes y desarrollo endógeno. La segunda, es el proceso de definición conceptual de Cenditel como centro de investigación en tecnologías libres. Es de resaltar, que esas experiencias se refieren básicamente a lo que son organizaciones científico-tecnológicas. Es decir, que la trayectoria desde la cual se presentan estas ideas tienen su origen en la constitución de una comunidad de aprendizaje popular, la creación de una red de aprendizaje de desarrollo endógeno como una iniciativa institucional hacía el colectivo y, finalmente, una red de aprendizaje con investigadores destinada a un diseño de un centro de investigaciones.

El Conocimiento como problema.

Ahora, qué quiere decir plantear el conocimiento como problema?. En una primera aproximación se erige la afirmación que el conocimiento libera. Pero, ¿Cómo libera?

En principio, podría plantearse que hay dos modos de liberación, al menos en el modo como nosotros hemos ido construyendo al conocimiento como elemento relevante en la sociedad que nos ocupa. En su intervención en la inauguración de Cenditel, el presidente de la república hablaba de una sociedad de talentos. Allí, en esa idea de una sociedad de talentos, se puede inferir una intención por superar la idea de la sociedad de conocimiento, que es heredera de la sociedad de información y a su vez es continuación de la sociedad industrial, y esta a su vez de la sociedad agrícola.

Lo que se pretende superar es la idea de que estamos en la sociedad de conocimiento porque el conocimiento es lo que tiene mayor valor de intercambio, del mismo modo como el motor de la economía en la sociedad industrial lo fue la producción masiva y en la sociedad lo fue la tierra.

Es decir, la sociedad del conocimiento, a despecho de lo que muchos quieren hacer ver, es una sociedad que está anclada en una idea de conocimiento como instrumento, como herramienta e incluso, como objeto de intercambio, como producto de mercado. Y allí, el conocimiento libera tanto como libera el dinero. El dinero nos libera de necesidades y del mismo modo, lo hace el conocimiento. Esa es una posibilidad de entender al conocimiento liberador. ¿Cómo libera? Bueno, porque como instrumento, como herramienta, permite responder ante una determinada situación problemática, de tal suerte que se pueda superar la situación problemática.

Hay otro modo de liberación que es un poco más complejo porque ese modo de liberación no es el de romper cadenas, el de romper ataduras, sino más bien es el de construir compromisos y es la idea del conocimiento como práctica social.

Entonces, quisiera mostrar muy brevemente, una apreciación superficial de lo que es el conocimiento-herramienta y trataré de mostrar algunas características del conocimiento como práctica social y finalizar mostrando a qué se debe ser sensible en cada uno de esos espacios que hemos identificado, a saber, en el ámbito de las comunidades, en el ámbito de las organizaciones científico-tecnológicas y en las instituciones públicas o para llamarlo en términos quizá más generales, en el ámbito del gobierno.

Pero antes de nosotros abordar estas tareas, es importante ver cómo es que nosotros entendemos el conocimiento en el presente.

El conocimiento vital, y quiero insistir en eso, el conocimiento vital, es decir, el conocimiento por el cual vivimos, no el conocimiento en el que nosotros pensamos sino en el que creemos, el que se nos encarna y en el cual nosotros nos encarnamos, está constituido en términos culturales dominantes del presente por dos instancias:

- Un acervo colectivo, y

- Un ámbito ancestral o implícito.

El conocimiento implícito responde a formas de vida que tienen asociados a su propio desarrollo un conjunto de elementos que configuran un orden del mundo que permite actuar en él no en función del ejercicio de una razón educada y alejada del mundo que le permite discernir y escoger cursos de acción, sino que se construye sobre la continuidad y preservación de un contexto de sentido que es imposible de agotar en términos de premisas científicas. Responde a formas de conocimiento que no tiene pretensiones sistemáticas, ni reduccionistas de la realidad. No está fundado en la reflexión y casi que podríamos asociarlo a actos reflejos construidos culturalmente.

Por otro lado, nos encontramos con lo que hemos definido como el acervo colectivo. El acervo colectivo en la dinámica cultural dominante se caracteriza por los siguientes elementos. Primero, es un conocimiento a la mano, es decir, que está disponible. La disponibilidad del conocimiento definida en términos de acceso supone un orden del conocimiento en términos de disciplinas, especializaciones que permiten ubicar con relativa facilidad y rapidez los ámbitos relevantes del conocimiento. Es un conocimiento cuya disposición, cuyo uso es muy fácil. Y ese acervo se ha ido construyendo porque lo que se ha buscado y es en parte en lo que la ciencia va a contribuir desde sus inicios: preservar las respuestas en el tiempo.

La Ciencia, el conocimiento científico se caracteriza por tres condiciones:

  1. Reduccionista. Es decir, la vocación por aislar todas las variables posibles y realizar el experimento de tal suerte que se tenga control del experimento
  2. Repetibilidad. La posibilidad de repetir la “misma" experiencia sin importar los contextos más allá de las condiciones controladas y consideradas relevante para la experiencia. Esta condición de repetibilidad es deseable y necesaria en los ámbitos de las ciencias físicas o naturales. Sin embargo, esta cualidad tiene limitaciones en aquellas experiencias donde está involucrado el ser humano. Fundamentalmente porque es imposible enajenar o desconocer los contextos de significado desde los cuales los seres humanos interactúan en una determinada experiencia. Por ejemplo, si consideramos un conocimiento asociado al modo como nosotros nos organizamos para atender una cooperativa, resulta que la cooperativa tiene condiciones particulares que sólo son válidas y relevantes para esa cooperativa y no para cualquier otra. Ese conocimiento no se puede repetir. La Ciencia Social ha tratado de desmembrar ese conocimiento para producir conocimiento que se preserve en el tiempo. La vocación de la disponibilidad de respuesta está tan sembrada en nosotros que estamos continuamente buscando ¿Cuál será la respuesta?, ¿Quién me va a decir a mí cómo hacer para llegarle a la comunidad? ¿Cómo podemos alcanzar el desarrollo? O, incluso ¿Cómo hago que el conocimiento sea liberador?
  3. El conocimiento debe ser útil. La verdad y valor del conocimiento se asocia en buena medida con que sea útil y para ello, deberá ser objetivo, descontextualizado. Eso es propio de la ciencia moderna. La posibilidad de utilidad universal del conocimiento está asociado con la posibilidad de descontextualizarlo. Tal descontextualización supone al mundp como una herramienta o dispositivo de utilidad y su uso y control estará sujeto a parcelas de saber especializado.

Cuando se considera las distintas disciplinas que se reúnen en el discurso de un hombre del campo cuando habla de su experiencia de aprendizaje sobre el cultivo en cooperación, se puede hacer una larga lista de disciplinas. El listado de disciplinas nos revela cuan profundo está en los modos de dar cuenta del mundo dominante desde la ciencia y tecnología, la concepción de dividir los espacios de conocimiento e intervención. La división artificial del mundo para estudiarlo se ha mantenido para intervenir en él, con el riesgo evidente de contradicciones entre lo que es el conocimiento y la tecnología derivada a partir de él y como ellas se interrelacionan en el mundo real.

Ahora, ese acervo colectivo del presente lo que permite es especialización de las ciencias y, con ello pretende ordenar y estructurar cuanto se dice del mundo y de los modos de intervenir en él. Es un conocimiento que paulatinamente se enajena y abstrae del mundo para quedarse solamente con las formas o fórmulas que se han derivado de la ciencia. Ese es el tipo de conocimiento que desde el ámbito científico se busca preservar. Nótese que ese conocimiento no es problemático. A lo sumo, el problema que comporta ese conocimiento es su almacenamiento, es su disponibilidad y es su capacidad de ser válido a través del tiempo.

Y, ¿qué pasa cuando el conocimiento vale a través del tiempo? Es un conocimiento que es obvio porque no cumple con la condición aquella de enriquecer la vitalidad o la vida de quien en determinado momento está enfrentando la posición.

De tal suerte que si nosotros tomamos esa caricatura del conocimiento como instrumento y, nos planteamos la tarea un poco más ambiciosa de entender que nosotros como especie nos identificamos como homo sapiens (es decir, nos distinguimos como especie por el saber), resulta paradójico que queramos hacer del conocimiento un objeto de intercambio determinando su acceso al juego de la oferta y la demanda del mercado. Es decir, haciendo del conocimiento un objeto cuyo acceso no se responde a la condición compartida con el resto de los humanos, sino en cuanto a un rol excluyente como lo es de comprador.

Si esa condición del afán por el conocimiento se desea reconocer y cultivar, entonces la concepción del conocimiento tiene que dejar de ser la construcción de unos pocos para el disfrute de otros pocos en ámbitos aislados. Es necesario que se constituya la generación y acceso al conocimiento en prácticas sociales y eso supone un modo de apropiación individual y colectiva del acervo cognoscitivo de cada comunidad. Es decir, que las preguntas que se formulan en la comunidad resultan porque tenemos problemas e inquietudes y eso supone obviamente un interrogar antes de que obtengamos las respuestas.

Esto quiere decir, que debemos entender al conocimiento más allá del plano en el cual este nos da instrumentos para intervenir el mundo. Es una concepción que en primera instancia, nos permite plantearnos al conocimiento como aquello que nos informa y nos permite preguntarnos porqué vemos el mundo como lo vemos.

Y es donde está el valor fundamental del científico. Valor que no yace en las respuestas que da, sino en la capacidad de hacer preguntas que son ociosas, que no ocurren en la urgencia de la vida, sino ocurren en la tranquilidad de la reflexión. De tal suerte que, el científico le debe su pertinencia social y su aparente tranquilidad, a aquellos que viven en la urgencia.

No obstante, en el presente la relación entre el científico y el entorno social en el cual el se encuentra, su comunidad, está alterada. En particular, porque el saber del científico en lugar de insertarlo en la comunidad, lo aleja y enajena. Se dan la espalda y ni existe el reconocimiento de quien se sabe depende de la sociedad para que su conocimiento sea no sólo útil, sino pertinente. Tal desconocimiento nos lleva a plantearnos la pregunta: ¿Saber para qué?. Esta pregunta está demandando una re-definición de lo que es la ciencia en el presente vinculada a lo tecnológico fundamentalmente.

Una definición más completa de ciencia pudiera plantearse en ellos siguientes términos: El conjunto de prácticas, no solamente la científica-tecnológica, destinadas a la búsqueda del saber, signada por el afán de verdad, por el cultivo de verdad, y sostenida en una plataforma crítica que cuestione los fundamentos más profundos tanto de la búsqueda del saber como de la concepción de la verdad que la anima.

¿Por qué cuestionar la verdad? Porque la verdad que nos domina ahora, es la verdad de lo útil y esa verdad no es la única. Hay verdades distintas, hay otras verdades.

La pluralidad de las verdades no le resta méritos a la verdad de la ciencia y la tecnología sino que la ubica en el espacio y en la justa dimensión que le corresponde en el marco de las distintas prácticas destinadas a la búsqueda de la verdad.

Ahora, si la ciencia se entiende como una práctica, entonces esa práctica debe reconocerse como una actividad de carácter sistemático y fundada de manera cooperativa capaz de engendrar una práctica de aprendizaje (ver MacIntyre, 1984 para la noción de práctica). Si la ciencia no es capaz como práctica de generar un proceso de aprendizaje, la ciencia está condenada a la muerte. Y el aprendizaje no es solamente entre aquellos que se dicen ser científicos, el aprendizaje supone la capacidad de mantenerse en el tiempo. Y se va a mantener en el tiempo si puede generar bienes en el entorno en el cual convive.

Si por ejemplo, un curioso tecnólogo popular no termina de hacer la investigación y articularla con una escuela, la experiencia productiva será exitosa económicamente, será exitosa familiarmente pero socialmente el costo que tiene no dar ese conocimiento, hace que el conocimiento se muera con el tecnólogo y el valor social se desmorona. No se trata de un problema solamente de teorizar, se trata de poder poder establecer un diálogo con los aprendices.

Fíjense que en el caso hipotético que dibujamos, el tecnólogo popular está en una situación de tránsito desde una comunidad de aprendiz, de ser un miembro, un aprendiz, a mudarse a ser una fuente de conocimiento. ¿Ahora dónde lo queremos? ¿En una organización científico-tecnológica, o lo queremos estando en una comunidad de aprendices?. La respuesta sin pretender que sea obvia, en mi caso particular, mi apuesta es por lo segundo.

El Conocimiento en el contexto venezolano

¿Qué ocurre en la Venezuela del presente? Primero, hay un predominio de la concepción tecnológica de la sociedad. Creemos que con la tecnología se resuelve todo y eso atenta contra la idea de la sociedad como proyecto colectivo de preguntas y respuestas. Por una razón muy simple, porque lo que vamos a hacer es buscar la tecnología donde la haya y no estamos buscando las preguntas que van a dar lugar a una tecnología que nos sea propia para nosotros.

Eso quiere decir que la ciencia y la tecnología van a estar siendo consideradas como instrumentos de promoción social y en el caso particular de lo que ha sido históricamente el papel del Estado en Venezuela, no es más que un Estado que es proveedor y un ciudadano que es usuario. Y en el ámbito de la ciencia y la tecnología, no es más que la ciencia como un producto de mercado y la sociedad como consumidora de tecnología y de conocimiento. La sociedad no genera conocimiento, ¡entonces el cuento de la sociedad de talentos se nos desmorona!, ¡se nos cae! Porque domina una concepción de un Estado que va a buscar la tecnología donde esté y un ciudadano que va a estar esperando para adquirirla, usarla y con suerte desecharla porque generalmente ocurre que cuando la tecnología la usamos, es ella la que nos desecha a nosotros. Quedando nosotros fuera de la actualización y del ejercicio asumido esencialmente humano, el de conocer.

Y eso básicamente ocurre porque sigue predominando un sistema de reparto público basado en la renta petrolera. Si hay recurso, vamos a repartir recursos para que que haya conocimiento. No es ese el modo que permita un “camino de construcción del conocimiento". Esto nos ha conducido a un comportamiento pendular, desde un sistema autárquico, es decir, creer que se puede auto satisfacer la ciencia y tecnología y hacía una ciencia y tecnología de puertos, es decir, empeñada en ganar la carrera científica por la vía de la adquisición de productos tecnológicos de avanzada. Tal comportamiento ha sido nocivo para el cultivo de la ciencia como la hemos definido. La ciencia no puede ser definida por la capacidad de compra y consumo. Al contrario, es necesario precisamente que la ciencia, el conocimiento, la actividad en la cual el conocimiento se genera atienda que el ser humano se evalúe a sí mismo y a la realidad que le rodea, es decir, que se interrogue en torno al mundo en el que está con la pretensión de darle sentido al mundo y a su propia existencia.

¿Qué hacemos nosotros aquí? ¿Por qué estamos acá? Son preguntas que tenemos que formular. Estas preguntas tan elementales, tan simples que es de la presencia de cada individuo, adquiere un peso enorme cuando la llevamos a la sociedad. ¿Para dónde va la sociedad venezolana? ¿Para dónde creemos que va la sociedad venezolana? Son preguntas que hay que hacerse porque van a hacer que el conocimiento sea liberador, porque ya la liberación del conocimiento no es imputable al conocimiento como herramienta sino a la posibilidad de que ese conocimiento tenga como punto de partida la existencia de preguntas, de que hayan interrogantes.

De tal suerte que el conocimiento libera si su búsqueda está en la capacidad de preguntar, a eso se refiere el conocimiento liberador, desde la práctica social. Ese conocimiento que se interroga es crítico y en consecuencia crea holgura para la reflexión, el ingenio y la libertad. Es decir, cuando nos interrogamos auténticamente, es allí cuando el conocimiento va a enriquecerse. De tal suerte, que de lo primero que el conocimiento tiene que emanciparse o liberarse es de la camisa de fuerza de la ciencia que supone que el conocimiento está ya debidamente consolidado. Esa es la primera libertad que un auténtico afán por conocer nos concede.

Nótese que en este giro, no es que el conocimiento libre ayuda a liberar. Al contrario, se trata de que el conocimiento de lo primero que tiene que liberarse es de su condición exclusiva de ser un instrumento de transformación o de explotación del mundo.

Desde el plano de la sensibilización a las comunidades con respecto al conocimiento libre, deberíamos plantear que de lo primero que emancipa un conocimiento liberador es del poder ejercido por el experto. Es decir, la socialización del conocimiento libre pasa porque aquellos que dicen tener el conocimiento científico asumen que su relación con la comunidad no es una relación de jerarquía sino es una relación de diálogo. Es decir, se despojan de la condición de experto para poder concertar los modos como su experticia se pone al servicio de la comunidad y no al revés. Es decir, hacer de la ciencia y tecnología mecanismos de construcción crítica del acervo cognoscitivo con el cual la comunidad se inserta y se reconoce en el mundo.

Ahora bien, es necesario poder revelar donde yace el peligro del “poder del experto". Los expertos no escuchan porque el modo de dar cuenta de la realidad en la cual ellos han alcanzado avances significativos les concede herramientas para la racionalización y el debate que son culturalmente más poderosas que otros actores involucrados en el debate. En el caso del presente de la sociedad venezolana, donde se trata de dibujar un proyecto de sociedad y de mundo realmente distinto al dominante, entonces se hace necesario que los sectores científicos y las organizaciones científico-tecnológicas deberán cultivar su condición de tributario antes que de élite en la construcción de la sociedad.

En este sentido, el sector universitario venezolano ha resultado particularmente didáctico en mostrar lo que no se debe hacer. Las universidad exigen a la sociedad que les rinda tributos y reconocimientos sin que exista una contraparte en la cual la universidad se reconozca mecanismo potenciador de la capacidad de preguntarse en la sociedad. En el caso particular de las universidades tradicionales venezolanas estamos ante un fracaso rotundo.

En el plano de lo que es el otro actor relevante en el proceso de la sensibilización en torno al conocimiento, es decir, el Estado y sus organizaciones públicas, es evidente que les corresponde reconocer la condición colectiva del conocimiento en torno al Gobierno. En particular, la condición co-responsable y protagónica del ciudadano le debiera permitir tener acceso y generar conocimiento en torno a las prácticas de gobierno. Un gobierno del poder popular supondría que se da sobre el reconocimiento no sólo de la mecánica del ejercicio del poder por la vía del voto sino además, y sin duda, con mayor relevancia sobre la capacidad de generar diálogo y la construcción de conocimiento. No se trata tan sólo de un ejercicio de pluralidad política sino más fundamentalmente de cultivo de la ciudadanía.

Finalmente, puesto de forma breve y quizás particularmente esquemática el plano en el cual el conocimiento es liberador, corresponde entonces preguntarse por las tareas que corresponde a los distintos actores involucrados en el conocimiento.

Sensibilidad en la comunidades

En primera instancia, hay que ser sensible a los modos de preguntarse que se dan en la comunidad, en particular sobre lo que esa comunidad entiende que es bueno y los modos de alcanzarlo, porque no todas las comunidades se preguntan lo mismo ni adquieren las mismas respuestas para preguntas similares.

En el caso particular de las formas organizativas de las comunidades que han adquirido mayor visibilidad en el presente, los consejos comunales, es fácil percatarse que no ha existido en ellos la pregunta sobre su comunidad puesta en términos positivos. Es decir, preguntas por ejemplo, “¿Qué es lo que me hace a mí como comunidad y qué hace huella?" no aparecen con facilidad. Por el contrario, aparece una pregunta que es casi reactiva: “¿Cómo me distingo y mantengo alejada lo que no es la comunidad?". Un sólo ejemplo ilustra esta pregunta implícita en muchas de las acciones acometidas por los consejos comunales, el predominio por crear espacios o cotos cerrados y con acceso restringido por la seguridad. Por cierto, esta iniciativa no es más que la reproducción de la forma que los sectores más ricos del país, se aislan del resto de la sociedad. Es decir, un consejo comunal que debería articular con otros consejos comunales para dar una unidad más grande, entonces lo que crea son fronteras.

Ahora, esa frontera ¿la pensaron desde la comunidad o esa frontera es impuesta por el “conocimiento" de otros? Nótese que no estamos hablando de grandes elaboraciones conceptuales del conocimiento. Estamos hablando del modo como mentalmente construimos la noción “nosotros" y a partir de ella nos relacionamos de un determinado modo con el mundo.

De lo anterior, es posible inferir que un aspecto al cual se debe ser sensible es a las carencias de canales para preguntar y construir respuestas. No tenemos canales. La ausencia de los canales de comunicación para interrogar y plantearse respuestas tiene una consecuencia aún más perversa. Se trata de que las comunidades deben ser sensibles a las inquietudes que no asumimos como inquietantes, porque nos da vergüenza, porque nos da pena, porque creemos que son imposibles.

Yo estoy seguro de que muchas comunidades se hacen preguntas que harían su comunidad mejor, pero no se plantean la tarea porque creen que eso no inquieta, eso no preocupa. Probablemente, no se trata de un problema de carencias de la comunidad sino del modo como se concibe la relación de la comunidad con un entorno más amplio: la ciudad, el estado, el país.

Sensibilidad en el sector científico-tecnológico:

La primera dimensión a atender es precisamente aquella que se deja de lado en los laboratorios: las circunstancias específicas en la cual se da la construcción del conocimiento y su aplicación. El sector científico formula preguntas, pero con frecuencia olvida que hay circunstancias que gobiernan incluso la probabilidad de formularnos la pregunta.

En el caso particular de una sociedad como la venezolana que ha sido periférica al boom experimentado por la ciencia y la tecnología, las circustancias que han pesado en el modo de preguntarse por la tecnología y la ciencia han sido precisamente las circunstancias propias de los centros del desarrollo científico y tecnológico mundial. La agenda ha estado por mucho tiempo signada por las preguntas formuladas en otras latitudes, para otras sociedades y por condiciones objetivas y subjetivas alejadas de la compleja realidad socio cultural venezolana. Hemos contado con respuestas perfectas, sino fuera porque las circunstancias, las hacen lucir en algunos casos, hasta ridículas. Sin ir tan lejos, el complejo universitario de La Hechicera está compuesto por edificaciones originales que no responden a las peculiares condiciones de esa zona, sin embargo, son edificaciones que constituyen respuesta a la necesidad de una sede universitaria.

Hay que ser sensible a la pertinencia social del conocimiento y la tecnología, más allá del uso de la técnica y sus innegables beneficios. Pero aún así, es necesario saber si el proceso de tecnificación no trae consigo modos de vida que son ajenos e incluso contrarios a las esperanzas y los deseos de la sociedad en su conjunto y de cada comunidad en particular.

Hay que ser sensible a los modos de hacer el conocimiento accesible a todos. Lo cual supone no sólo el tema de la accesibilidad a las fuentes, sino además la posibilidad de construir formas de acceso que tomen en cuenta las peculiaridades culturales, laborales, sociales en la cual se busca el conocimiento. El problema entonces reside no en hacerse visible a la sociedad en la cual las instituciones científico-tecnológica se inserta, sino en poder ser reflejo de aquello que la comunidad se pregunta y demanda desde su propia cotidianidad y con sus propias expresiones. Finalmente, tiene que estar vinculado a la libertad de pensamiento como libertad positiva en el entendido de que se trata de permitir que el ejercicio de generar conocimiento involucre hacer con otros y encontrar de forma concertada con los distintos actores involucrados en los mecanismos de difusión del conocimiento.

Sensibilidad del Sector público y el gobierno.

Es evidente que la sensibilidad con respecto al conocimiento por parte del Estado implica, en primera instancia, conocer las necesidades de conocimiento y herramientas o modos para conocer en función de los distintos actores sociales que hacen vida en Venezuela. Uno de los aspectos donde no existe una mayor sensibilidad es la de reconocer en los planteamientos de las comunidades y de los científicos interrogantes en torno a la condición del Estado y las directrices o normas que se derivan de la coyuntura política y la definición constitucional de lo que es el poder popular.

En este sentido, es evidente que en el gobierno y sector público se debe estar gestando un continuo interrogar en torno al proyecto de sociedad y sobre los modos e instrumentos para llevar a cabo ese proyecto. Un gobierno que no duda no está gobernando, lo cual implica que el sector público debe ser sensible con respecto a cómo es que la gente piensa que se debe conducir el gobierno. En particular, en Venezuela dónde se supone que el ciudadano es corresponsable y protagónico por disposición constitucional.

Finalmente, tiene que entender que el conocimiento es una fuente para la conducción del proyecto de sociedad. Es decir, el proyecto de sociedad no es un asunto voluntarista, no es un asunto solamente de contar con las mayorías sino que también requiere de conocimiento.

Esta demanda por el conocimiento debe ser sin embargo, conseguir el balance apropiado para que la gestión de gobierno y la política de estado se acerquen hasta hacerse una. Ello supone, poder superar la tentación de resolver el acceso al conocimiento como si este último se tratase de mercancía. Tampoco debe prevalecer la concepción del conocimiento como herramienta. Debe desarrollarse una relación con el conocimiento que sea libre y eso supone interrogar al conocimiento como construcción colectiva para el bien de todos.

Bibliografía

1. MacIntyre, A. (1984). After Virtue. University Notre Dame Press. (versión en español, Tras la virtud. Editorial Crítica, Barcelona. 1987.

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